Mi abuela me contaba que desde tiempos antiguos, muchas carretas se desplazaban a Buenuraqui con enormes pipas llenas de chicha y vino para embarcarlas allí con destino a Concepción y Talcahuano. La partida, como se acostumbra en el campo, era de madrugada. Aún oscuro, los peones alistaban las yuntas y emprendían viaje, formando una caravana que parecía una gorda cuncuna que serpenteaba por el camino cuesta arriba. Cuando ya quedaban atrás las casas del pueblo, los viajeros se detenían junto al viejo litre, para el primer descanso de hombres y bestias.
A orillas del camino buscaban pajitas secas y convencidos que nadie podía verlos se subían sobre las pipas. Sacando el grueso tapón, comenzaban a chupar la fresca savia que las viñas habían dado durante la vendimia, dando rienda suelta a la picardía campesina.
Versión de Luis Espinoza
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