Aunque Carabineros hizo lo posible por alejar a los ambulantes del Santuario y del campo de oración, éstos se las ingeniaron para escapar de su mirada y ofrecían sus productos a pocos metros del lugar donde se desarrollaban las actividades religiosas.
Esta situación le preocupa al municipio y especialmente a su alcalde, Raúl Betancur, ya que éste se comprometió a sacar el comercio del sector, tras los incidentes de 1999, cuando el Arzobispado de Concepción intentó realizar la festividad en el predio San José del Espino, ubicado a unos ocho kilómetros de Yumbel, provocando la ira y el malestar de gran parte de la comunidad.
Los otros vendedores, los dos mil que pidieron permiso, se ubicaron en las cuadras establecidas por la municipalidad formando verdaderos mercados persas que nada tienen que envidiarle a los de Santiago.
Internarse en estas ferias no fue tarea fácil. Los productos eran variados, desde figuras y estampitas de San Sebastián, hasta ropa, menaje, discos compactos, artículos de belleza, sombreros, gafas, entre otros. Por cierto para los más chicos no faltaron las réplicas de sus héroes del momento.
No faltaron los yerbateros que ofrecían sus mercancías milagrosas para cualquier tipo de enfermedades, ni tampoco los mapuches vendiendo “agüita del agrio”. Es que esta celebración da para todo y precisamente ahí radica su gracia.
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